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HOMILIA

DIÓCESIS DE SAN ANDRÉS TUXTLA

PARROQUIA SAGRARIO CATEDRAL

SAN JOSÉ Y SAN ANDRÉS

CASA DEL APÓSTOL

 

SOLEMNIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO,

REY DEL UNIVERSO

 

DOMINGO 26 DE NOVIEMBRE DE 2023

MISA 6  PM

 

HOMILÍA

+MONS. JOSÉ LUIS CANTO SOSA

 

Primera Lectura. Del libro del profeta Ezequiel 34, 11-12. 15-17: Yo voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carneros y machos cabríos.

Salmo Responsorial. Del salmo 22, l-3a. 3b-4. 5-6: R. El Señor es mi pastor, nada me faltará.

Segunda Lectura. De la Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 15, 20-26. 28: Cristo le entregará el Reino a su Padre para que Dios sea todo en todas las cosas.

Aclamación antes del Evangelio. Mc 11, 9. 10: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino que llega, el reino de nuestro padre David!

Evangelio. Del Santo Evangelio según San Mateo 25, 31-46: Se sentará en su trono de gloria y apartará a los unos de los otros.

 

Queridos hermanos y queridas hermanas:

 

Se nos acaba el año litúrgico. Parece que fue ayer, cuando nos alegrábamos por la celebración del nacimiento de Jesús (Navidad), o por su paso (Pascua) de la muerte a la vida. Delante de nosotros se presenta ya el Adviento. Y celebramos hoy la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. El Papa Pío XI instituyó esta fiesta a principios del siglo XX, cuando en Europa aparecían los gobiernos totalitaristas, cuyos frutos no eran positivos sino negativos, como las guerras civiles internas y la Primera y la Segunda Guerra Mundial. El Papa Pío XI escribió la Carta Encíclica “Quas primas” y la dio a conocer el 11 de diciembre de 1925 para recordarnos a todos Quién es el verdadero Rey del Universo. Y que es Cristo quien debe reinar en nuestros corazones.

Recordemos que ha habido muchos reyes que intentaron gobernar sobre bases equivocadas. Sobre la violencia o la fuerza, la mentira o la falta de respeto a los derechos más elementales y no se edifica nada bueno. Una sociedad así construida es un gigante con pies de barro. Y no puede acabar bien. Nada bien. Multitudes de víctimas inocentes nos lo recuerdan durante muchos siglos de la humanidad.

Frente a estos reyes con ínfulas de eternidad, se nos presenta la vida de nuestro Rey, Jesús. No tenía ni poder económico, ni ejército, ni corte glamurosa. No nació en un palacio, sino en un pesebre. No vivía de las rentas, sino que trabajaba para ganarse el pan. No tenía el respaldo de un poder terrenal o económico, sino solo el poder de convicción de su Palabra. No se basaba en la fuerza, sino en el amor, en el dejarse encontrar y querer por todos. Mateo, la samaritana, Zaqueo… Muchos se convencieron por el ejemplo y el testimonio de Cristo como cada uno de los apóstoles, Mateo, la samaritana, Zaqueo y miles de millones de hombre y mujeres. Jesucristo es un Rey muy especial.

Puede que a ti te haya pasado lo mismo, por cierto. Es muy posible que muchos de nosotros también nos hayamos dejado ganar por Jesús y su mensaje. Un mensaje que habla de amor y, sobre todo, del Reino de Dios. Es un rey que está al servicio del Reino de Dios. El Reino es el centro de su predicación y de su vida entera. El centro de su mensaje es el Reino de los Cielos y la transmisión de la Buena Noticia, de que Dios está de nuestra parte siempre, hasta el punto de hacerse uno de nosotros.

No se debe perder de vista el final del camino. Lo que con palabras teológicas se llama la “dimensión escatológica”: el final de los tiempos, nuestro caminar en la historia que no se puede evitar, el "juicio final". La conclusión del año litúrgico nos debe hacer reflexionar sobre el final mismo de la historia, y el final también de nuestras vidas personales. Porque la vida tiene dos tiempos, el terrenal, tiempo propicio, de salvación (cfr. 2 Cor 6, 2), donde decidimos cómo vivir, siguiendo a Cristo, el Buen Pastor o no, para salvarnos o no – que de nosotros depende, está en nuestras manos – y el final, cuando Cristo se siente a juzgar a vivos y muertos, como recordamos en el Credo, y dé a cada uno lo suyo, según hayamos vivido.

La Palabra de Dios de este último Domingo del Año Litúrgico nos llama a esta reflexión. Sabiendo que el Señor es nuestro Pastor, que nada nos falta con Él. Porque la parábola de hoy está escrita para saber cómo comportarnos hoy. No mañana, ni dentro de unos meses o dentro deunos años, sino hoy y aquí. Mientras estamos en el tiempo terrenal, podemos acoger o no la Palabra de Dios. Dejar que penetre la Palabra en nuestro corazón, o endurecerlo para no complicarnos la vida, con eso de “no querer problemas”. Tranquilidad, entre comillas, aquí, pero quizá en la vida futura sufrimiento, llanto y desesperación.

Queridos hermanos y queridas hermanas: Sólo tenemos una vida, esta vida, para hacer lo que Dios quiere; para entregarnos a los demás, para hacer todo el bien que podamos, como hizo Jesús. Usando los talentos que Dios nos ha dado, y siempre vigilando, en guardia, para poder reconocer la llegada del Novio. Esta vida es un regalo muy valioso, y Jesús nos sugiere cómo podemos vivirla plenamente.

Llama la atención en la parábola del Evangelio de hoy, según San Mateo, la sorpresa de todos, tanto de los buenos como de los malos, cuando el Hijo del hombre dicta su sentencia. Ninguno es consciente de haber atendido a Cristo en los hermanos o de no haberlo hecho. Ahí hay un buen punto para la reflexión. Se trata de, como dice el refrán, de “hacer el bien y no mirar a quién”. Sin interés, sin buscar recompensa o reconocimiento. Amar por amar, como nos enseña el Maestro y Señor.

Cada inicio del Año Litúrgico, durante el Adviento, en las parroquias de nuestra Diócesis de San Andrés Tuxtla se confiesa muchísima gente. Además de reconocernos pecadores,  hay que dar gracias por todo lo bueno que hay en nuestras vidas, hay que ser justos con Dios. Es darnos cuenta de que a veces somos ovejas y, a veces, somos cabritos. Se trata de ver que somos ovejas al hacer el bien, y cabritos cuando nohacemos el bien. Y, aunque seamos unos cabritosmuy grandes, siempre se puede cambiar. Se puede dejar de ser pecadores, se puede llegar a vivir bien, se puede llegar a ser santos, cuando nos apoyamos en Cristo, cuando dejamos llevarnos de su amor y de su misericordia. Por Cristo recibimos la vida de la gracia. Sabemos que Cristo nos va a juzgar, sí, pero con amor. Y sabemos lo que tenemos que hacer. Por así decirlo, tenemos las preguntas del examen final, el más importante de nuestra vida. Se trata de aplicarnos, de poner todo de nuestra parte y de elegir el camino del bien, el camino que nos conduce a la Casa del Padre. De ti, de mí, decada uno de nosotros depende la decisión: ser como las ovejas o ser como los cabritos. Seguir haciendo el bien o hacer el mal. Que sigamos construyendo un camino y una historia de esperanza: eligiendo siempre el bien. Está terminando el Año Litúrgico. Revisemos nuestravida, y preparémonos para que el Adviento, que está llamando a la puerta, para que no nossorprenda desprevenidos. Podemos ser amigosde un Rey que no inspira miedo, sino dulzura; que no busca castigarnos, sino hacernos feliz; que no limita nuestra libertad, sino que la desarrolla hasta el máximo. Un Rey distinto, que nos invita a ser de los suyos, a caminar por la vida unidos a Él. Él nos espera. Tú, yo, ustedes, nosotros, cada uno decide ante el llamado que Jesucristo nos hace de seguirlo fiel y decididamente; a seguirlo sinodalmente. Que por intercesión de Nuestra Señora del Carmen, San José y San Andrés Apóstol tomemos la buena decisión de ser totalmente de Jesucristo Rey del Universo y nos alimentemos de su Palabra y su Eucaristía, para dar testimonio de amor. Así sea.

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