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Catequesis de Pascua, para vivir en familia. V Dom Pascua. Las olas del matrimonio.

Actualizado: 14 may


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OBJETIVO:

Apoyar a los matrimonios en proceso de separación, para dialogar, el máximo mandamiento del amor, y vivir el amor de manera activa y efectiva.

 

1.       Oración Inicial

 Esta oración inicial, la dicen solo los esposos


Señor Jesús,

Contemplamos tu amor infinito

Manifestado en el mandamiento nuevo que nos das:

amarnos los unos a los otros  como tú nos has amado. 

 

Gracias por tu ejemplo de sacrificio

Y entrega total. 

 

Ayúdanos a vivir este amor en nuestras familias,

En nuestras comunidades, en nuestra Diócesis y

en el mundo entero. 

Concédenos la gracia de la escucha activa,

La capacidad de servir desinteresadamente

Y la valentía de expresar nuestro amor en gestos concretos.

 

Que nuestras acciones sean un testimonio

Vivo de tu presencia en nuestras vidas. 

 

Que el amor que nos une sea tan profundo y

verdadero que todos reconozcan que somos tus discípulos. 

 

Te lo pedimos por intercesión de San Andrés Apóstol,

de Nuestra señora del Carmen,

y del Santo Cristo de Otatitlán. Amén


  1. HECHO DE VIDA: (Leer entre todos esta historia para, al final, responder las preguntas que se plantean) 

-¿Dónde quedó la Cynthia que conocí?-

La brisa marina de Veracruz apenas rozaba el rostro de Andrés mientras observaba el mar embravecido, reflejo del torbellino interno que lo consumía. Habían pasado diez años desde su boda en la iglesia de San Miguel Arcángel, diez años de una promesa que se desvanecía como la espuma en la orilla. Cynthia, su Cynthia, la mujer de ojos color café que alguna vez iluminaba su vida, ahora era una sombra distante, un espectro de la mujer que amó. Se casó con él sin importar la diferencia de clase social, él pobre, ella hija de empresario.

 

Los problemas habían comenzado sutilmente, como grietas en un muro aparentemente sólido. Las largas jornadas de Andrés como pescador, lejos del hogar, habían creado una brecha insalvable. La soledad de Cynthia, acentuada por la crianza de sus dos hijos, se tradujo en un silencio que se convirtió en un abismo. Las conversaciones, antes llenas de risas y proyectos, se redujeron a breves intercambios sobre asuntos prácticos, la comida, las tareas escolares, la ropa, etc. El dinero, siempre escaso, se convirtió en una fuente constante de fricción. Las deudas se acumulaban como las olas en una tormenta, amenazando con hundir su barco familiar.

 

La intimidad, esa chispa que alguna vez los unió, se extinguió lentamente. El cansancio, la frustración y la falta de comunicación habían construido un muro invisible entre sus cuerpos, dejando un vacío que ninguna caricia podía llenar. Andrés, aferrado a la rutina, se negaba a ver la magnitud del daño. Cynthia, por su parte, se refugiaba en el silencio, en la amargura que carcomía su alma. La falta de apoyo mutuo se volvió palpable; cada uno luchaba su propia batalla en solitario, ignorando el sufrimiento del otro.

 

Un día, una carta llegó a la casa. Una carta de un abogado, anunciando la demanda de divorcio de Cynthia. Andrés sintió un golpe en el pecho, un vacío que le robó el aliento. El mar, que antes le ofrecía consuelo, ahora parecía burlarse de su dolor. Se hundió en una profunda depresión, incapaz de comprender cómo había llegado a este punto. Se sentía solo, más solo que nunca, a pesar de tener a sus hijos a su lado.

 

El día del juicio, Andrés se presentó con el corazón roto. Esperaba una batalla, pero también una oportunidad de arreglar las cosas, Cynthia no apareció. El juez decretó el divorcio. Andrés salió del juzgado con la sensación de haber perdido no solo a su esposa, sino a una parte de sí mismo.

 

Una semana después, otra carta, esta vez escrita a mano por Cynthia. En ella, Cynthia explicaba que no había podido enfrentarlo en el juicio, que el dolor era demasiado grande. Pero, en un giro inesperado, le contaba que había sido diagnosticada con una enfermedad terminal y que su decisión de divorciarse no era un rechazo, sino un acto de amor. Quería que Andrés fuera libre, que pudiera reconstruir su vida sin la carga de su enfermedad. Le pedía perdón por el daño causado, y le dejaba la casa, el dinero y la custodia de los niños. La carta terminaba con una simple frase: "Te amaré siempre".

 

Andrés, devastado por la noticia, comprendió entonces la profundidad del sacrificio de Cynthia. Su dolor se transformó en una mezcla de arrepentimiento y amor incondicional. El mar, testigo mudo de su tragedia, parecía susurrar una promesa de redención. El final no era feliz, pero era un final inesperado, un final teñido de un amor agridulce, un amor que perduraría más allá de la muerte. 


PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR

(Sentados en la mesa, quien preside puede indicar el modo según parezca más adecuado para el diálogo con las siguientes preguntas)


1. ¿Qué señales de problemas en la relación de Andrés y Cynthia se pudieron haber detectado desde el principio?

2. ¿Cómo afectó la falta de comunicación a la relación de Andrés y Cynthia?

3. ¿De qué manera contribuyeron las dificultades económicas a la ruptura del matrimonio?

4. ¿Qué estrategias podrían haber implementado para fortalecer su vínculo a pesar de sus responsabilidades?

5. ¿Qué papel jugó la falta de intimidad en el deterioro de su relación?

6. ¿Cómo les afectó a Andrés y Cynthia la falta de apoyo mutuo?

7. ¿Qué significa el sacrificio de Cynthia y cómo podemos aplicar esta lección a nuestras propias relaciones familiares?


  1. EVANGELIO. (Iluminación)

Un mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros.

Del santo Evangelio según san Juan: 13, 31-33. 34-35

 

Cuando Judas salió del cenáculo, Jesús dijo: "Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo y pronto lo glorificará.

Hijitos, todavía estaré un poco con ustedes. Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado; y por este amor reconocerán todos que ustedes son mis discípulos". Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

 

 

  1. REFLEXIÓN

 

Este pasaje del Evangelio de Juan (13, 31-33. 34-35) presenta un momento crucial en la Última Cena, justo antes de la traición de Judas.  Analicemos su significado:

 

Contexto: Jesús, sabiendo que su hora ha llegado, está a punto de sufrir la pasión y muerte.  La salida de Judas introduce una tensión dramática.  La glorificación del hijo del Hombre es un tema central en Juan, que se refiere a la exaltación de Jesús a través de su muerte y resurrección.

 

“Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él”: Esta afirmación no se refiere a una glorificación inmediata visible, sino a una glorificación que se realizará a través de su sacrificio.  La obediencia de Jesús a la voluntad del Padre, su entrega total, es la fuente de su glorificación. Dios glorifica al Hijo, y el Hijo, a su vez, glorifica al Padre.

 

“Si Dios ha sido glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo y pronto lo glorificará”:  Esto enfatiza la reciprocidad de la glorificación.  La glorificación del Hijo es inseparable de la glorificación del Padre. La promesa de una glorificación futura resalta la esperanza que subsiste a pesar de la inminente pasión.

 

“Hijitos, todavía estaré un poco con ustedes. Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado; y por este amor reconocerán todos que ustedes son mis discípulos”: Este es el núcleo del pasaje.  Jesús da un “mandamiento nuevo,”  no en el sentido de que sea completamente inédito, sino en su intensidad y alcance.  El amor que Jesús demanda es un amor como él los ha amado, un amor sacrificial, incondicional, hasta el extremo de la entrega total.  Este amor no es un sentimiento superficial, sino un compromiso activo, un reflejo de la relación entre el Padre y el Hijo.

 

El "amor nuevo" como señal distintiva: El amor mutuo entre los discípulos se convierte en la prueba más evidente de su seguimiento de Jesús.  No son las palabras, ni las doctrinas, sino el amor el que identifica a los verdaderos seguidores de Cristo.  Este amor trasciende las diferencias, el conflicto, y el egoísmo.  Es un amor que perdona, que sirve y que se entrega por el otro.

 

Aplicación:  Este mandamiento exige una transformación radical en la vida de las parejas, y de todos los matrimonios.  El amor mutuo no es una opción, sino una obligación que define la identidad cristiana.  La exégesis de este pasaje nos llama a reflexionar sobre la profundidad de nuestro amor a la pareja, y a esforzarnos por vivir de acuerdo con el ejemplo de Jesús. La comunidad cristiana debe ser un testimonio viviente de este amor, un reflejo del amor de Dios. El esposo y la esposa, están llamadas a expresar de manera concreta este amor en el hogar.

 

  1. PARA VIVIR EN FAMILIA.

Tres propuestas concretas para vivir este evangelio en familia

 

Para vivir el mandamiento del amor en familia,  propongo estas tres acciones concretas:

 

1. Establecer una "hora familiar" de diálogo y escucha activa:  Dedica un tiempo específico cada semana (por ejemplo, durante la cena o antes de dormir) para hablar abiertamente como familia.  El objetivo no es solo informar sobre el día, sino escucharse mutuamente sin juzgar, mostrando empatía y buscando comprender las perspectivas de cada miembro.  Practiquen la escucha activa, haciendo preguntas y mostrando interés genuino en lo que los demás comparten.  Este espacio fomenta la conexión emocional y la comprensión mutua, pilares del amor.

 

2. Realizar una actividad de servicio comunitario juntos:  Elegir una actividad de servicio a la comunidad (como visitar a personas mayores, colaborar en un banco de alimentos, limpiar la iglesia, parroquia o capilla, etc.) ayuda a los miembros de la familia a enfocarse en las necesidades de los demás.  Esta acción compartida fomenta la empatía y la solidaridad, mostrando a los hijos en la práctica el significado del amor desinteresado y el servicio a los demás, tal como Jesús lo enseñó.  Discutan la experiencia después para reforzar el aprendizaje.

 


  1. SIGNO.

Se sugiere, que como signo, durante la semana, se implemente, en la familia, un sistema de "tarjetas de agradecimiento" o "notas de amor":  Incentiven el hábito diario de expresar aprecio y afecto a través de pequeñas notas o tarjetas.  Pueden ser mensajes sencillos, como "Gracias por ayudarme con...", "Te quiero mucho", o "Te admiro por...".  Este gesto simple pero significativo cultiva un ambiente de gratitud y afecto, fortaleciendo los vínculos familiares y recordándoles a cada miembro su valor dentro de la familia.  El objetivo es crear un ambiente donde el amor se exprese libremente y se celebre constantemente.


  1. ORACION FINAL


    Esta oración, al final la dicen todos,

    cantando


    Señor Jesús,

    Contemplamos tu amor infinito

    Manifestado en el mandamiento nuevo que nos das:

    amarnos los unos a los otros  como tú nos has amado. 

     

    Gracias por tu ejemplo de sacrificio

    Y entrega total. 

     

    Ayúdanos a vivir este amor en nuestras familias,

    En nuestras comunidades, en nuestra Diócesis y

    en el mundo entero. 

    Concédenos la gracia de la escucha activa,

    La capacidad de servir desinteresadamente

    Y la valentía de expresar nuestro amor en gestos concretos.

     

    Que nuestras acciones sean un testimonio

    Vivo de tu presencia en nuestras vidas. 

     

    Que el amor que nos une sea tan profundo y

    verdadero que todos reconozcan que somos tus discípulos. 

     

    Te lo pedimos por intercesión de San Andrés Apóstol,

    de Nuestra señora del Carmen,

    y del Santo Cristo de Otatitlán. Amén


    CANTO


 
 
 

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