DIÓCESIS DE SAN ANDRÉS TUXTLA
PARROQUIA DE SAN JUAN BAUTISTA Y SANTUARIO DIOCESANO DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN
CATEMACO, VERACRUZ
MISA DE LOS PEREGRINOS DE LOS PUEBLOS ORIGINARIOS
DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO B
14 DE JULIO DE 2024
HOMILÍA
+MONS. JOSÉ LUIS CANTO SOSA
Primera Lectura. Del Libro del Profeta Amós 7, 12-15: Ve y profetiza a mi pueblo.
Salmo Responsorial. Del Salmo 84, 9ab-10. 11-12. 13-14: Muéstranos, Señor, tu misericordia.
Segunda Lectura. De la Carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 1, 3-14: Dios nos eligió en Cristo antes de crear el mundo.
Aclamación antes del Evangelio. Cfr. Ef 1, 17-18: Que el Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine nuestras mentes para que podamos comprender cuál es la esperanza que nos da su llamamiento.
Evangelio. Del Santo Evangelio según San Marcos 6, 7-13: Envió a los discípulos de dos en dos.
Sacerdotes y Diáconos:
Religiosos y religiosas:
Seminaristas:
Hermanos y hermanas de los pueblos originarios de la Parroquia de San Gabriel Arcángel como Tatahuicapan, Soteapan, Pajapan, San Juan Volador y de otras comunidades:
Queridos hermanos y queridas hermanas:
La Palabra de Dios en este Domingo XV del T.O. C.B. se refiere al envío de mensajeros para anunciarla, pero también advierte sobre la falta de aceptación del mensaje. El evangelista San Marcos narra el envío de Jesús a sus doce discípulos para la primera misión. Ellos, igual que el profeta Amós y muchos otros profetas, van a ser rechazados. San Pablo hace una bella reflexión acerca de la identidad y vocación del cristiano, constituidos en discípulos misioneros de Cristo, por tanto, enviados a dar testimonio de Él, a pesar de las oposiciones.
En la Primera Lectura se nos da a conocer la experiencia del profeta Amós (Am 7, 12-15) que corrobora cómo los enviados de Dios suelen ser rechazados. Llamado a profetizar en el santuario de Betel, en el reino del Norte, Amós predica la Palabra de Dios con audacia, pero también denuncia con valor las injusticias, lo que provoca el descontento de los poderosos. Incluso Amasías, sacerdote de Betel, le ordena que se vaya a profetizar a Judea. Pero Amós le responde que él no ha elegido su misión. El Señor fue quien lo tomó de detrás del rebaño y lo envió a profetizar. El verdadero profeta no se mueve por motivos humanos ni predica un mensaje a gusto del oyente. En el verdadero profeta hay humildad y valentía al mismo tiempo: la valentía que da la seguridad de ser portador de un mensaje divino, un mensaje que es amor y misericordia porque es invitación a la conversión de la que depende la vida. El profeta no solo es enviado con un mensaje sino también con la misión de intentar abrir los corazones de los oyentes, al menos con una pequeña rendija, para que el mensaje divino entre en ellos y haga su labor. El profeta no ha sido enviado para condenar, sino para hablar de la salvación de Dios, de su amor y su misericordia. Y para recordar a todos que, lejos de Dios, en manos del pecado, no hay vida posible.
En el Evangelio de San Marcos (Mc 6, 7-13) se narra que Jesús envía a sus discípulos a continuar la misión que había recibido del Padre. Los designó como “apóstoles”, es decir, “enviados” y los mandó de dos en dos, con exigentes instrucciones, para no apegarse ni poner su seguridad en las cosas materiales. “Les mandó que no llevaran nada para el camino: ni pan, ni mochila, ni dinero en el cinto, sino únicamente un bastón, sandalias y una sola túnica” (Mc 6, 8-9). El total desprendimiento es fundamental en la misión, ya que quien se apega a intereses extraños al espíritu misionero no puede ser verdaderamente mensajero y portador del amor de Dios. Esta instrucción se conecta directamente con la bienaventuranza que exhorta a tener “espíritu de pobre”, es decir, a poner la seguridad sólo en Dios.
Al mismo tiempo Jesús advierte a sus discípulos que muchas veces serán rechazados, perseguidos y calumniados, corriendo así la misma suerte de su Maestro. Pese a todo, él les confía la misión de hablar en su nombre con entera convicción y predicar con audacia y decisión.
Los discípulos de Jesús no son quienes toman la iniciativa de ir a la misión. El Maestro es quien los envía. Por tanto, no dependen de la aceptación de la gente, pero si son rechazados, deben denunciar esta situación mediante un gesto profético: “al abandonar ese lugar, sacúdanse el polvo de los pies, como una advertencia para ellos” (Mc 6, 11). Este gesto tiene un fuerte significado de reproche a la incredulidad y expresa que los discípulos nada buscan para sí mismos, ni siquiera son dueños del polvo pegado a sus pies.
Además de anunciar el Evangelio, predicar la conversión y combatir las fuerzas contrarias al Reino, o sea a los demonios; los discípulos son también enviados a sanar a los enfermos: ungirlos con aceite, además de simbolizar curación, es el signo originario del Sacramento de la Unción de los Enfermos. Esto significa que la misión, además de la audaz predicación de la Palabra, incluye siempre manifestaciones de la bondad de Dios, a través de gestos de caridad.
Esa es la misma misión que recibimos todos los llamados a ser discípulos y misioneros de Jesucristo, los que hemos sido bendecidos, como nos recuerda San Pablo en su Carta a los Efesios: “Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en él con toda clase de bienes espirituales y celestiales” (Ef 1, 3), elegidos por Cristo, “antes de crear el mundo, para que fuéramos santos e irreprochables a sus ojos, por el amor” (Ef 1, 4). Estar “destinados” para ser una alabanza continua de su gloria (cfr, Ef 1, 6.14) significa reconocer nuestra grande y noble condición que, por gratuidad divina y sin mérito propio, hemos recibido en el bautismo; al mismo tiempo significa participar con fidelidad en la misión del mismo Jesús, afrontando peligros y persecuciones.
Queridos hermanos y queridas hermanas: Es posible que nosotros no tengamos que afrontar las hostilidades y rechazos que sufrieron el profeta Amós y los primeros discípulos de Jesús, o las que siguen padeciendo en la actualidad muchos cristianos a causa de su fe, pero sí debemos afrontar otro tipo de persecuciones, sobre todo las que vienen de perniciosas ideologías, opuestas al Evangelio. Sin embargo, vale la pena afrontar incomprensiones, críticas, ofensas y hasta calumnias, por fidelidad a nuestra vocación de discípulos misioneros de Jesucristo y por testimoniar nuestra fe. Que en este Año Eucarístico el alimento de la Palabra y de la Eucaristía fortalezca nuestra identidad cristiana y nuestras convicciones de fe, para que podamos dar testimonio audaz y valiente de lo que somos y creemos, a pesar de las oposiciones, rechazos y hasta persecuciones que podemos encontrar en nuestra vida personal y como Iglesia que camina sinodalmente hacia la Pascua eterna. Que la intercesión de Nuestra Señora del Carmen, San José, San Andrés Apóstol y San Juan Bautista nos ayude a hacer realidad nuestro ser y quehacer de discípulos misioneros de Nuestro Señor Jesucristo, Queridos hermanos y queridas hermanas de los pueblos originarios de la Parroquia de San Gabriel Arcángel como Tatahuicapan, Soteapan, Pajapan, San Juan Volador y de otras comunidades: Que su presencia en este Santuario Diocesano de Nuestra Señora del Carmen, les permita sentir y experimentar el amor de nuestra Madre del Cielo y les haga crecer en la fe en el Señor Jesús. Que así sea.
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