DIOS TIENE TODO EL PODER PARA HACER MARAVILLAS...
- teomormez
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DIÓCESIS DE SAN ANDRÉS TUXTLA
S.I. CATEDRAL DE SAN JOSÉ Y SAN ANDRÉS APÓSTOL
SAN ANDRÉS TUXTLA, VERACRUZ

FIESTA DE NATIVIDAD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
LUNES 8 DE SEPTIEMBRE DE 2025
HOMILÍA
+MONS. JOSÉ LUIS CANTO SOSA
Primera Lectura. Del Libro del Profeta Miqueas 5, 1-4ª: Mientras no dé a luz la que ha de dar a luz.
Salmo Responsorial. Del Salmo 12: Me llenaré de alegría en el Señor.
Aclamación antes del Evangelio. Dichosa tú, Santísima Virgen María, y digna de toda alabanza, porque de ti nació el sol de justicia, Jesucristo, nuestro Dios.
Evangelio. Del Santo Evangelio según san Mateo 1, 1-16. 18-23: Ella ha concebido por obra del Espíritu Santo.
Queridos hermanos y queridas hermanas:
Hoy, día 8 de septiembre, la Iglesia celebra la Natividad de la Bienaventurada Virgen María, una fiesta particularmente querida en las Iglesias orientales, y muy arraigada en la piedad popular, con advocaciones como la de María Niña y Nuestra Señora de la Natividad. El Nuevo Testamento no hace referencia al nacimiento de la Virgen María, tampoco a quiénes eran sus padres. Las referencias más antiguas se encuentran en los llamados Evangelios apócrifos. Sin embargo, el pueblo de Dios, nueve meses después de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, quiere celebrar el nacimiento de esta Niña porque, como dijo San Juan Pablo II, ella es una obra maestra de la gracia divina o, como exclamó bellamente el Papa Francisco, si Jesús es el sol, María es la aurora que anuncia su venida.
A propósito de esta Fiesta de la Natividad de la Virgen María, les invito a que hagamos tres reflexiones:
En primer lugar, es importante insistir en que la Mariología sin la Cristología no tiene sentido. O, dicho de otro modo, todo lo que se diga de María irá siempre en relación a Cristo, su Hijo. Toda la existencia de María está íntimamente unida a su Hijo Jesús: María fue concebida sin pecado original porque en su seno iba a engendrar, por el Espíritu Santo, a Cristo Jesús; María concibió virginalmente porque así debía ser concebido quien es Hijo de Dios; María es Madre de Dios porque Jesús es hombre y Dios. En definitiva, todo lo que se afirma de María, se afirma en relación a Jesús, se afirma de Jesús. Mirar y amar a María es, por tanto, mirar y amar a su Hijo Jesús. Porque Madre e Hijo, repitámoslo de nuevo, están siempre unidos. De ahí la importancia de la devoción a María en la vida cristiana. San Alfonso María de Ligorio recordaba a menudo que nunca se dice suficiente de María y que uno nunca debería cansarse de proclamar las maravillas que Dios ha obrado en ella. Dios ha querido hacerla mediadora de infinitas gracias. La Virgen María, que ha tenido en su seno al Hijo de Dios, que ha concebido gracias al Espíritu de Amor, ¿no está llena de amor para derramarlo sobre nosotros? Desgraciadamente, se ha considerado en muchas ocasiones que la devoción a la Virgen es cosa de débiles, de devotos o de personas poco formadas. Nada que ver. No hay nada más propio para un cristiano que amar a aquella que Dios escogió para ser la madre de su Hijo, amar a aquella que Cristo nos entregó en la cruz. Jesús hoy nos dice como a su discípulo Juan: “Hijo, ahí tienes a tu madre”.
Preguntémonos: ¿Amamos de corazón a María? ¿La sentimos cercana? ¿Le pedimos su intervención?
En segundo lugar, hay que destacar que estos privilegios de María la convierten en un ser maravilloso, excelso. Cuando alguien es totalmente de Dios, no es menos persona. Al contrario, es persona perfecta, libre, plena, eterna. Por eso hay que recalcar que toda fiesta de María, también ésta de su Natividad, contiene una buenísima noticia para nosotros: que la voluntad de Dios para con nosotros la vemos realizada en María, que ella constituye nuestro modelo de destino final. Dios no soñó nuestro corazón roto por el pecado, distante de él y de nuestros hermanos. Dios soñó nuestro corazón lleno de amor, como el de María, capaz de compasión y de misericordia, en relación con Él, nuestro creador y Señor, y también en relación con nuestros hermanos. Por tanto, lo que hoy vemos y celebramos en María, lo viviremos un día en nosotros. María es, en este sentido, tipo, modelo de lo que un día seremos. Por eso, podemos decir que María es nuestra esperanza.
Ahora preguntémonos: ¿Cómo es nuestro corazón? ¿De qué está lleno nuestro corazón? ¿De envidias, rencores o de perdón y misericordia?
En tercer lugar, hay que dejar claro que María no vive absorta en su ser. Que tenga un Corazón Inmaculado, que haya sido privilegiada así por Dios, no la deja aislada o relegada a su intimidad. No, todo lo contrario. Que ella esté llena de Dios la convierte cien por ciento en misionera. Ella vive volcada en la misión de ser Madre de la Iglesia, de ser nuestra madre. Vive constantemente bendiciéndonos, protegiéndonos, llevándonos de la mano hacia su Hijo Jesús. Su vida es estar al servicio de Dios y de nosotros. El Evangelio de hoy, según San Mateo define a María como madre del “Dios con nosotros”. Y ella, que vive llena de Dios, participa también en ese mismo misterio de cercanía y de entrega. Ella es también, por tanto, la Madre de Dios con nosotros. Es decir, ella está siempre con nosotros, no nos abandona.
Preguntémonos: Y nosotros, ¿vivimos, como María, vueltos hacia nuestros hermanos o estamos demasiado encerrados en nosotros mismos?
Queridos hermanos y queridas hermanas: Que esta Fiesta de la Natividad de la Virgen María nos haga recordar que Dios tiene todo el poder, que Él puede obrar maravillas también en cada uno de nosotros, que no fuimos creados para el pecado o el mal, sino para hacer siempre el bien, y que tenemos una Madre maravillosa y tierna que nos bendice y nos protege siempre.
Les invito a dirigir la siguiente oración a nuestra Madre del Cielo:
Virgen María, Madre nuestra, hoy que festejamos tu Natividad, tu vida, tu ser lleno de la gracia de Dios, te amamos y te alabamos desde lo hondo de nuestro ser. Bendita eres por siempre. Bendícenos, pues, y no permitas que nos perdamos ni nos dejemos envolver en redes de muerte. Protégenos bajo tu manto. Y, en el momento de nuestra muerte, junto a los nuestros, tómanos de la mano y llévanos a tu hijo Jesús. Que así sea.
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