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Cuaresma, tiempo para quitarnos las máscaras...




DIÓCESIS DE SAN ANDRÉS TUXTLA

S. I. CATEDRAL SAN JOSÉ Y SAN ANDRÉS APÓSTOL

SAN ANDRÉS TUXTLA, VERACRUZ

 

MISA DE MIÉRCOLES DE CENIZA

14 FEBRERO 2024

 

HOMILÍA

+MONS. JOSÉ LUIS CANTO SOSA

 

PRIMERA LECTURA. Del Libro del Profeta Joel 2, 12-18: Enluten su corazón y no sus vestidos.

SALMO RESPONSORIAL. Del Salmo 50, 3-4. 5-6ab. 12-13. 14. 17: R. Misericordia, Señor, hemos pecado.

SEGUNDA LECTURA. De la Segunda Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 5, 20–6, 2:  Aprovechen este tiempo favorable para reconciliarse con Dios.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO. Cfr. Sal 94, 8: R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Hagámosle caso al Señor, que nos dice: "No endurezcan su corazón". R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

EVANGELIO. Del Santo Evangelio según San Mateo 6, 1-6. 16-18: Tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará.

 

Queridos hermanos y queridas hermanas:

 

Hoy comenzamos nuestros cuarenta días de Cuaresma, cuarenta días de preparación para la Pascua. ¿Para qué estos cuarenta días de penitencia y conversión? Para volver a nuestras raíces, a Dios, a lo mejor de nosotros mismos y, en consecuencia, también a nuestro prójimo. De muchas maneras hemos intentado ser nuestros propios dioses, decidir por nosotros mismos lo bueno y lo malo, pero hemos acabado haciendo de nosotros mismos el centro del mundo, a expensas de nosotros mismos, de Dios y de nuestro prójimo. Ahora es el tiempo propicio para volver a Dios y volvernos hacia los hermanos que nos rodean. Hoy expresaremos nuestro destrozo interior y nuestro deseo sincero de cambiar, cuando, después del Evangelio, recibamos la ceniza.

 

En muchas regiones del mundo la gente celebra el carnaval en los días anteriores a la Cuaresma, con mucho ruido y mucha diversión. Con frecuencia llevan máscaras para la ocasión. Pero hoy comienza la Cuaresma, tiempo para quitarnos las máscaras y volver nuestro rostro y nuestro corazón a Dios y a los hermanos. En este santo tiempo reflexionamos sobre el verdadero sentido de nuestra vida. ¿Quién soy yo y para qué estoy en este mundo? ¿Estoy viviendo para Dios y para la comunidad? Hoy estamos invitados a recibir la ceniza en nuestra frente con la invitación “Conviértete y cree en el Evangelio”. ¡Fuera, pues, toda máscara! Y volvamos a Dios, a lo más verdadero de nosotros mismos, y a los hermanos como pueblo de Dios.

 



La Cuaresma es un “tiempo favorable”, un tiempo de gracia. Estamos convocados para subir con Cristo a Jerusalén, el lugar donde él sufrirá y morirá antes de resucitar con gloria. Esto quiere decir que estamos convocados con él para sufrir y para morir a nosotros mismos y al pecado. También para renunciar al mal dentro de nosotros y a nuestro alrededor, de modo que podamos resucitar, como individuos y como comunidad, a una vida cristiana más profunda, hacernos más disponibles para Dios y para los hermanos, y ser capaces de prestar servicio con amor. El camino para ello es el arrepentimiento, la conversión, sintetizado en lo que San Mateo nos dice en el Evangelio de hoy: hacer limosna, es decir, preocuparnos y cuidar de nuestros hermanos; hacer oración, es decir, escuchando la Palabra de Dios y dándole una respuesta de amor y compromiso; y  ayuno, es decir, controlando nuestras pasiones y renunciando a nuestro egoísmo (cfr. Mt 6, 1-6. 16-18). Vamos a expresar nuestro sincero deseo de conversión cuando recibamos la ceniza. En la Primera Lectura se nos dice: “Conviértanse al Señor su Dios; porque es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en clemencia, y se conmueve ante la desgracia” (Jl 2, 13). Y en la Segunda Lectura Pablo nos recuerda que Dios “dice: En el tiempo favorable te escuché, y en el día de la salvación te socorrí.” Y concluye Pablo diciendo que “ahora es el tiempo favorable; ahora es el día de la salvación” (2 Cor 6, 2). La Cuaresma es un buen tiempo para mirarnos algo menos a sí mismos y algo más al que es nuestro Salvador.



Queridos hermanos y queridas hermanas: Las hojas y las ramas de las palmas del Domingo de Ramos del año pasado se han transformado de tallos verdes en ceniza gris. Así nos ocurre a nosotros. No permanecemos siempre idénticos, siempre los mismos. Envejecemos; y tantas veces convertimos la vida en gris y polvorienta, para nosotros y para los demás. Esta Ceniza de hoy nos recuerda nuestra fragilidad de vida, nuestra culpabilidad y la penitencia que necesitamos realizar. Recibiremos esta ceniza con humildad, mientras se nos marca con la señal de la cruz, pues nuestros corazones desean sinceramente seguir a Jesús por el camino de la negación de sí mismo y del amor. Recordemos que somos polvo y al polvo hemos de volver. Aprovechemos este tiempo favorable para convertirnos cada vez más a Dios. Que la Virgen María, San José y San Andrés Apóstol nos ayuden con su intercesión. Así sea.




 

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