Ordenación Presbiteral
del
Diác. Clemente Antonio Bautista Serna
Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús,
Playa Vicente, Veracruz
29 de noviembre de 2022
Todos los días, Dios misericordioso nos dirige su Palabra para animarnos e iluminar nuestra existencia. Hoy en el Evangelio de San Lucas hemos escuchado: “En aquel tiempo, Jesús estaba en la orilla del lago Genesaret y la gente se agolpaba en torno suyo para oír la Palabra de Dios” (Lc. 5, 1).
Queridos hermanos Sacerdotes y Diáconos Permanentes, estimado Diác. Clemente. estimados Religiosos y religiosas, estimados Seminaristas, familia del Diác. Clemente, hermanos y hermanas presentes en esta Celebración Eucarística, personas que siguen la transmisión de esta Santa Misa por medio de las redes sociales. Hermanos y hermanas todos en el Señor.
El Sacerdote por la Unción sacerdotal, se convierte en un hijo predilecto del Padre, configurado a Cristo para actuar en su nombre, ser una presencia sacramental de Cristo, ungido por el Espíritu Santo para proclamar con autoridad la Palabra de Dios, renovar los gestos de perdón y de ofrecimiento de la salvación, principalmente con el Bautismo, la Penitencia y la Eucaristía (PDV 15). El Sacerdote continúa la misión Salvadora de Jesucristo. En el Evangelio vemos a Jesucristo recorrer todas las aldeas para anunciar la Palabra de Dios. Hoy el Evangelio nos dice que “a la orilla del lago de Genesaret, la gente se agolpaba en torno suyo para oír la Palabra de Dios”. Jesús llamó a los 12 Apóstoles para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar (Mc 3, 14). También antes de subir a los cielos les encargó: “vayan y prediquen el Evangelio a toda creatura” (Mc 16, 15.) San Pablo ve tan importante el anuncio del Evangelio que dice: “hay de mi si no evangelizo (I Cor 9, 16). Y San Pablo VI dice en la Evangelii nuntiandi (8 diciembre 1975): “Nosotros queremos confirmar una vez más que la tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia"; una tarea y misión que los cambios amplios y profundos de la sociedad actual hacen cada vez más urgentes. Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la santa Misa, memorial de su muerte y resurrección gloriosa”. (Evangelii nuntiandi 14).
Clemente: el Señor Jesús te va a ungir sacerdote para que en su nombre anuncies su Evangelio, haciendo realidad lo que expresa el profeta Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido y me ha enviado para anunciar la buena nueva a los pobres, a curar a los de corazón quebrantado, a proclamar el perdón a los cautivos, la libertad a los prisioneros, y a pregonar el año de la gracia del Señor” (Is. 61, 1). Clemente te vas a convertir en el Profeta del Señor, en el mensajero de Dios, como dice la Escritura: “que hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz que trae buenas nuevas, que anuncia la salvación, ya reina tu Dios” (Is. 52,7; Rom. 10, 15). La Palabra de Dios es viva y eficaz como la nieve o el agua que empapan la tierra y hacen germinar las semillas para que den fruto (Is. 55, 10-11); la Palabra de Dios es como una espada que penetra hasta el fondo del alma (Heb. 4, 12) es como una lámpara que alumbra el camino (Sal. 118, 105).
Clemente: la Palabra de Dios es una persona viva: es Cristo, la Palabra que se hizo Carne y habitó entre nosotros (Jn. 1, 14). Tú vas a ser mensajero de la Palabra de Dios, esmérate en creer lo que lees, enseñar lo que crees y vivir lo que enseñas, para que no vayas a recibir el reproche del Señor que hizo a los fariseos, cuando dijo a los discípulos: “hagan lo que les digan, pero no imiten sus obras porque dicen una cosa y hacen otra” (Mt. 23, 3). Los fieles son congregados por la Palabra de Dios y tienen derecho a buscarla en los labios del sacerdote (Presbyterorum ordinis 4). Por eso, que importante es que prepares la homilía para la Celebración Eucarística, que es una gran oportunidad de transmitir la palabra de Dios. El pueblo de Dios se alimenta de la doble mesa: de la mesa de Palabra y de la mesa de la Eucaristía. En nuestra querida Diócesis de San Andrés Tuxtla, tenemos el V Plan de Pastoral que nos ayuda a ejercer nuestro ministerio de una manera organizada, en conjunto y en comunión, por eso es importante dividir las parroquias en sectores, para que el Evangelio llegue a todos; Clemente te pido que consideres prioritario formar mensajeros, catequistas, jóvenes, familias para que el Evangelio llegue a todos. Impulsa el conocimiento y vivencia de la Palabra de Dios, a través de la Lectio Divina, que es lectura orante de la Palabra, teniendo presente lo que dice San Jerónimo: “quien no conoce la Escritura no conoce a Cristo”. Otro punto importante es: que impulses un proceso evangelizador, un itinerario formativo; como nos dice el documento de Aparecida: “que la gente se encuentre con Cristo por medio del anuncio del Kerigma, que lleve a la conversión, al discipulado a la misión y a la comunión” (Documento de Aparecida 191-200).
Clemente: el Señor Jesús te va a constituir Sacerdote y Pastor de su pueblo, recalco en estos momentos: serás Sacerdote del Señor, con la misión de Santificar al pueblo de Dios, vas a ser servidor de Cristo y administrador de sus sagrados misterios, y lo que se le pide a un administrador es que sea fiel, digno de crédito (I Cor 4, 1). Por el Bautismo harás renacer a los hijos de Dios, ciudadanos del Reino. Por el Sacramento de la Penitencia, acogerás al pecador y le harás experimentar el amor misericordioso de Dios. En la Eucaristía, celebrarás la Cena del Señor, para alimentar al pueblo de Dios, y ofrecer el Santo Sacrificio. Por esto te pido Clemente: vive con estupor y admiración la Eucaristía, nunca te acostumbres a la rutina, vive con gozo y fascinación la Eucaristía, contagia a los fieles a vivir y amar la Eucaristía; pásate horas a los pies del Santísimo Sacramento y tendrás éxito en tu ministerio sacerdotal. Todo en lo que emprendas le podrás decir al Señor: “confiado en tu palabra lanzaré las redes” (Lc. 5, 5) y recogerás muchos peces, ganarás a muchos hombres y mujeres para Cristo. En el Sacramento de la Unción de los enfermos llevarás alivio y consuelo. Bendecirás a los matrimonios. Consolarás y llevarás esperanza a los que han perdido un ser querido. Si vas a tocar y a administrar las cosas santas de Dios, estas llamado a ser Santo.
A todos ustedes queridos hermanos Sacerdotes de la Diócesis de San Andrés Tuxtla les invito a tener presente siempre que la vocación, más que una elección nuestra, es respuesta a un llamado gratuito del Señor. Es bueno volver una y otra vez sobre esos pasajes evangélicos donde vemos a Jesús rezar, elegir y llamar «para que estén con Él y para enviarlos a predicar» (Mc 3,14).
Un día pronunciamos un “sí” que nació y creció en el seno de una comunidad cristiana de la mano de esos santos sacerdotes que nos mostraron con fe sencilla que valía la pena entregar todo por el Señor y su Reino. Un “sí” cuyo alcance ha tenido y tendrá una trascendencia impensada, que muchas veces no llegaremos a imaginar todo el bien que fue y es capaz de generar. ¡Qué hermoso es cuando un cura anciano se ve rodeado y visitado por esos pequeños, ya adultos, que bautizó en sus inicios y, con gratitud, le vienen a presentar la familia! Allí descubrimos que fuimos ungidos para ungir y la unción de Dios nunca defrauda y nos hace decir con el Apóstol Pablo: «Doy gracias sin cesar por Ustedes» (Ef 1,16) y por todo el bien que han hecho. En momentos de tribulación, de fragilidad, así como en los de debilidad y manifestación de nuestros límites, cuando la peor de todas las tentaciones es quedarse rumiando la desolación, fragmentando la mirada, el juicio y el corazón, en esos momentos es importante no sólo no perder la memoria agradecida del paso del Señor por nuestra vida, la memoria de su mirada misericordiosa que nos invitó a jugárnosla por Él y por su Pueblo, sino también animarnos a ponerla en práctica y con el salmista poder armar nuestro propio canto de alabanza porque «eterna es su misericordia» (Sal. 135).
Queridos hermanos Sacerdotes el agradecimiento siempre es un “arma poderosa”. Sólo si somos capaces de contemplar y agradecer concretamente todos los gestos de amor, generosidad, solidaridad y confianza, así como de perdón, paciencia, aguante y compasión con los que fuimos tratados, dejaremos al Espíritu regalarnos ese aire fresco capaz de renovar nuestra vida y misión. Dejemos que, al igual que Pedro en la mañana de la “pesca milagrosa”, el constatar tanto bien recibido nos haga despertar la capacidad de asombro y gratitud que nos lleve a decir “¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!” (Lc 5,8) y, escuchemos una vez más de boca del Señor su llamado: “No temas; en adelante serás pescador de hombres” (Lc 5,10).
Gracias demos también hermanos Sacerdotes por la santidad del Pueblo fiel de Dios que somos invitados a apacentar y, a través del cual, el Señor también nos apacienta y cuida con el regalo de poder contemplar a ese pueblo en esos «padres que cuidan con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, ver la santidad de la Iglesia militante» (Gaudete et Exsultate, 7). Agradezcamos por cada uno de ellos y dejémonos socorrer y estimular por su testimonio (Cfr. Carta del Papa Francisco a los sacerdotes en el 160° aniversario de la muerte del Cura de Ars, Roma, junto a San Juan de Letrán, 4 de agosto de 2019).
Pidamos a Dios, queridos hermanos y hermanas, por intercesión de Nuestra Señora del Carmen, San José y San Andrés: por Clemente, por mí indigno siervo y cada uno de los sacerdotes de nuestra Diócesis de San Andrés Tuxtla, para que lleguemos a ser santos sacerdotes, mensajeros de Dios y buenos pastores a ejemplo de Cristo Buen Pastor. Que tengamos un Corazón como el de Cristo Buen Pastor. Así sea.
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