DIÓCESIS DE SAN ANDRÉS TUXTLA
S. I. CATEDRAL DE SAN JOSÉ Y SAN ANDRÉS APÓSTOL
SAN ANDRÉS TUXTLA, VERACRUZ
DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO B
29 DE SEPTIEMBRE DE 2024
HOMILÍA
+MONS. JOSÉ LUIS CANTO SOSA
Primera Lectura. Del Libro de los Números 11, 25-29: Ojalá que todo el pueblo de Dios fuera profeta.
Salmo Responsorial. Del Salmo 18, 8. 10. 12-13. 14: Los mandamientos del Señor alegran el corazón.
Segunda Lectura. De la Carta del Apóstol Santiago 5, 1-6: Sus riquezas se han corrompido.
Aclamación antes del Evangelio. Cfr. Jn 17, 17. Tu palabra, Señor, es la verdad; santifícanos en la verdad.
Evangelio. Del Santo Evangelio según San Marcos 9, 38-43. 45. 47-48: El que no está contra nosotros, está a nuestro favor. - Si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela.
Queridos hermanos y queridas hermanas:
En la actualidad se habla mucho de “inclusión”, la cual es positiva en sí misma, sin embargo, el problema radica en las formas tan diversas y hasta contradictorias de entenderla. Se ha llegado incluso al grado de inventar un lenguaje, que pretendiendo ser “inclusivo”, raya en lo en lo absurdo y en lo ridículo.
La Palabra del Señor nos ilumina y orienta acerca de lo que es la auténtica y genuina inclusión. Ésta consiste en la aceptación de todas las personas en el proyecto universal de salvación de Dios. El Libro de los Números, la Carta del Apóstol Santiago y el Evangelio de San Marcos nos exhortan a descubrir los valores que existen en todas las personas y a luchar contra lo que el Papa Francisco ha venido llamando “la cultura del descarte”. No se trata sólo del respeto a la dignidad humana, sino que se ubica en la dinámica misma de la salvación.
En la Primera Lectura, el Libro de los Números (Núm 11, 25-29) nos da a conocer que los israelitas, en su camino por el desierto hacia la Tierra prometida, pasan por situaciones difíciles y complejas. Aunque experimentan la asistencia de Dios que los guía por medio de Moisés, el Pueblo se queja, murmura, incluso se rebela, al punto que Moisés se siente abrumado y agobiado. Además de procurar el alimento de su pueblo, Dios también ofrece a Moisés un consejo de setenta ancianos, para que lo ayuden con las responsabilidades, y les comparte del mismo espíritu de profecía. Ellos se ponen a profetizar en torno a la tienda. Entonces ocurre algo inesperado: Eldad y Medad, que se habían quedado en el campamento, también empezaron a profetizar. Josué, pensando que hacían algo incorrecto, le pide Moisés que se lo prohíba, pero éste responde: “¿Crees que voy a ponerme celoso? Ojalá que todo el pueblo de Dios fuera profeta” (Núm 11, 29). Lejos de lo esperado por Josué, Moisés asume una actitud de genuina inclusión. No sólo no les prohíbe y acepta ese profetizar, sino que se alegra de ello.
Una escena semejante tiene lugar en el Evangelio de San Marcos (Mc 9, 38-43. 45. 47-48). El Apóstol Juan le dice a Jesús: “Hemos visto a uno que expulsaba los demonios en tu nombre, pero como no es de los nuestros, se lo prohibimos” (Mc 9, 38). Los discípulos, que han discutido acerca de quién de ellos era el más importante (cfr. Mc 9,33-35), cuestionan ahora, por medio de Juan, a los que expulsan demonios sin pertenecer a la comunidad. Ellos están preocupados por mantener el control exclusivo del poder que Jesús les ha entregado (Mc 6,13).
La reacción de Juan, aunque espontánea, es sin embargo ajena a lo que Jesús quiere. Por eso Jesús responde: “No se lo prohíban, porque no hay ninguno que haga milagros en mi nombre, que luego sea capaz de hablar mal de mí” (Mc 9, 39). Y añade: “Todo aquel que no está contra nosotros, está a nuestro favor” (Mc 9, 40). Los milagros hechos en nombre de Jesús son ante todo signos de la vida de Dios. Por eso no es posible prohibirlos. Lo que hay que combatir son los signos de muerte que atenta contra esa vida. La misión de los discípulos es que todos sin excepción reciban el Reino de Dios y sus signos de vida, sin pretender monopolio alguno. La genuina fe en Jesús hace que quien actúa en su nombre no puede estar contra Él, ni contra el don de la vida y de la salvación. Esta es la mejor y más excelente “inclusión”, porque consiste en entrar en la dinámica del proyecto de salvación de Dios.
Por su parte el Apóstol Santiago (Stgo 5, 1-6) denuncia con fuerza a los ricos. Surge entonces una pregunta: ¿en qué consiste la maldad del rico?, ¿en el hecho mismo de poseer bienes? Seguramente que no. Ser rico no es malo en sí mismo, ni las riquezas en cuanto tales son nocivos. Perversas son las actitudes de los ricos que excluyen y explotan a los pobres: “El salario que ustedes han defraudado a los trabajadores que segaron sus campos está clamando contra ustedes. Han vivido en este mundo entregados al lujo y al placer, engordando como reses para el día de la matanza. Han condenado a los inocentes y los han matado, porque no podían defenderse” (Stgo 5, 4-6).
La exclusión, discriminación y desprecio a los pobres serán juzgados por Dios con rigor. El Papa Francisco se ha pronunciado contra “la cultura del descarte”: “Grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Hemos dado inicio a la cultura del «descarte». Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son «explotados» sino desechos, «sobrantes» (EG 53).
La enseñanza de la Palabra de Dios en este Domingo XXVI es muy directa. El “Incluyente” por excelencia es Dios mismo, porque ofrece su salvación a todos por igual, sin distinción ni discriminación alguna. Su proyecto salvador no admite exclusivismos ni monopolios, más bien “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2,4). Él actúa incluso a través de quienes carecen de un “reconocimiento oficial o institucional”.
Por tanto, no podemos aceptar la exclusión de las personas, pero tampoco tenemos por qué entrar en el juego de las pretendidas “inclusiones”, que terminan por banalizarla y deformarla, como ocurre con el ridículo y aberrante “lenguaje inclusivo” que intenta ponerse de moda. El Señor Jesús, que nos alimenta con su Palabra y Eucaristía nos llama a vivir, en este Año Eucarístico, la caridad hacia todas las personas, especialmente hacia las más vulnerables y menospreciadas. Pidamos a Dios que mueva vuestro corazón a la vivencia del amor a todos por intercesión de Nuestra Señora del Carmen, San José, San Andrés Apóstol y los Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. Que así sea.
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