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REFLEXIÓN DOMINICAL. MONS. JOSE LUIS CANTO SOSA.

DIÓCESIS DE SAN ANDRÉS TUXTLA

S.I. CATEDRAL DE SAN JOSÉ Y SAN ANDRÉS APÓSTOL

DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO B

17 DE NOVIEMBRE DE 2024

Primera Lectura. Del Libro del Profeta Daniel 12, 1-3: Entonces se salvará tu pueblo.

Salmo Responsorial. Del Salmo 15, 5 y 8.9-10.11: Enséñanos, Señor, el camino de la vida.

Segunda Lectura. De la Carta a los hebreos 10, 11-14. 18: Con una sola ofrenda Cristo hizo perfectos para siempre a los que ha santificado.

Aclamación antes del Evangelio. Cfr. Lc 21, 36: Velen y oren, para que puedan presentarse sin temor ante el Hijo del hombre.

Evangelio. Del Santo Evangelio según san Marcos 13, 24-32: Congregará a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales.

Queridos hermanos y queridas hermanas:

La próxima semana, con la celebración de la Fiesta de Cristo Rey del Universo finalizaremos el Año Litúrgico, y el Domingo 1 de Diciembre iniciaremos el nuevo ciclo con el Primer Domingo del Tiempo del Adviento. Por esa razón las lecturas de la Palabra de Dios de hoy tienen un estilo peculiar, conocido como “apocalíptico”.

La “apocalíptica” fue una corriente teológica y literaria que creció con fuerza a finales del siglo II a.C. y se extendió hasta los primeros siglos de la era cristiana. Es una forma particular de leer y entender la historia. Existen diversas obras con carácter apocalíptico, tanto en la Biblia como fuera de ella, sobre todo en varios de los libros llamados “apócrifos”.

Contrariamente a lo que se dice con frecuencia, la apocalíptica no es una forma pesimista y catastrófica para presentar lo que acontecerá al final del mundo. Constituye más bien un movimiento amplio y vigoroso que busca entender la historia, sobre todo en tiempos presentes, en clave de esperanza. Con frecuencia se habla de “consecuencias apocalípticas” para referirse a fenómenos terribles y desastrosos. Ésta es una falsa y concepción de la apocalíptica bíblica, propiciada por libros o películas de ciencia-ficción, que han logrado distorsionar el sentido genuino de la apocalíptica.

El movimiento apocalíptico ciertamente tuvo lugar en medio de conflictos y persecuciones. Aunque tuvo precedentes en algunos profetas (Zac 12-14; Is 24-27), nació propiamente en el s. II a. C. para alentar a las comunidades judías a conservar la fidelidad frente a las adversidades y persecuciones, en tiempo de los Macabeos. El libro de Daniel pertenece a ese tiempo (cerca del año 160 a.C.). También el Apocalipsis de san Juan fue escrito en tiempos de fuertes persecuciones a la Iglesia (por el año 95 d.C.), y es una invitación a mantenerse fieles a Cristo a pesar de todo, para que “blanqueando las vestiduras con la sangre del Cordero”, se pueda participar de las “bodas”, símbolo de la fiesta triunfal definitiva.

Si bien la tribulación propicia los textos apocalípticos, tanto en la Biblia como fuera de ella, sin embargo, lejos de ser textos escritos para aterrorizar, son más bien una forma de infundir esperanza e invitar a perseverar en la fe, cuando parece que el mal vence al bien y que ya no hay nada por hacer.

El mensaje de los textos apocalípticos, como el que hoy escuchamos, es ante todo una motivación para no dejarnos derrotar ante lo que parece imposible de superar. Las imágenes son recursos literarios pedagógicos, no un desfile de figuras grotescas para generar terror y espanto. Los recursos buscan grabar mejor en mente de los que escuchan o leen, cómo Dios en medio de lo más difícil manifiesta su triunfo y hace triunfar con él a los suyos. La misma situación conflictiva que se vive da pie para reflexionar acerca del sentido del sufrimiento y la tribulación, para fortalecer en la fe y esperar el triunfo definitivo. La apocalíptica podría ilustrarse como cuando se pinta el fondo oscuro de un cuadro, para dibujar una luz.

El tema principal y énfasis de los textos apocalípticos es por tanto y ante todo la fidelidad. Aunque los fieles a Dios enfrenten los escenarios más duros el Señor mismo no permitirá que sucumban ante el mal y les hará participar en el triunfo definitivo. Pero es preciso mantenerse firmes. Por eso el libro de Daniel, después de hablar del tiempo de angustia declara: “Entonces se salvará tu pueblo; todos aquellos que están escritos en el libro… Los guías sabios brillarán con el esplendor del firmamento, y los que enseñan a muchos la justicia, resplandecerán como estrellas por toda la eternidad” (Dan 12, 1-3).

También Jesús, en el evangelio de san Marcos, después de describir escenarios terribles (el fondo oscuro), “cuando lleguen aquellos días, después de la tribulación, la luz del sol se apagará, no brillará la luna…” (Mc 13, 24-25), enseguida añade: “entonces verán venir al Hijo del Hombre sobre las nubes, con gran poder y majestad. Y él enviará a sus ángeles a congregar a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales y desde lo profundo de la tierra a lo más alto del cielo…” (Mc 13, 26-27).

Tanto Daniel como Marcos coinciden en describir primero un oscuro panorama. Así brilla más intensamente la luz del triunfo del Señor y de quienes se han mantenidos fieles a Él. También la Carta a los hebreos resalta el triunfo y la gloria del Sumo Sacerdote quien, habiéndose ofrecido “en sacrificio por los pecados, se sentó para siempre a la diestra de Dios, y no le queda sino aguardar a que sus enemigos sean puestos bajo sus pies” (Heb 10, 12-13).

Cuando las comunidades creyentes judías y cristianas fueron perseguidas, por su fidelidad, salieron más fortalecidas en su esperanza de triunfar con Dios. En la actualidad, el crimen, la violencia, la inseguridad, las crisis económicas y sociales y las persecuciones ideológicas fragmentan nuestra existencia y amenazan con hacernos perder la confianza. A veces da la impresión de que el mal está venciendo al bien. Las malas noticias difundidas por los medios de comunicación podrían llevarnos a la desesperanza y a perder el sentido de nuestra existencia.

Pero precisamente en el contexto de aquellos oscuros escenarios y negros nubarrones que amenazan tormentas implacables, la Palabra de Dios es la luz que brilla en las tinieblas. El Señor nos invita a mantenernos fieles a él, a pesar de todo, a fortalecer nuestra fe y redescubrir el don tan sublime de la vocación a ser discípulos misioneros de Cristo. No sabemos el día ni la hora, pero estamos seguros de que Él llegará con poder y majestad y hará participar de su gloria a sus fieles.


Queridos hermanos y queridas hermanas: En este Año Eucarístico que el Pan de la Palabra y el Pan de la Eucaristía sean nuestros principales alimentos que nos fortalezcan ante las dificultades de la vida diaria. Que Nuestra Señora del Carmen, San José y San Andrés Apóstol nos ayuden con su intercesión y testimonio para ser fieles a Dios en todo momento. Que así sea.

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