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PARROQUIA DE SAN FRANCISCO DE ASÍS, JÁLTIPAN. VERACRUZ HOMILÍA DEL DOMINGO 1 DE ENERO DE 2023.

PARROQUIA DE SAN FRANCISCO DE ASÍS JÁLTIPAN. VERACRUZ HOMILÍA DEL DOMINGO 1 DE ENERO DE 2023 Queridos hermanos y queridas hermanas:

Hoy Domingo 1 de enero la Iglesia nos invita a celebrar la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios y la Jornada Mundial de la Paz. Ha finalizado el Año 2022 y ahora iniciamos el Año 2023. Nuestro saludo más repetido de hoy es “Feliz Año Nuevo” quizá como un saludo de cortesía o como un bueno y sincero deseo. Pero el Señor, por medio del Misterio de la Navidad y de las lecturas de este día, quiere que de verdad sea para nosotros un Año Nuevo. No lo es porque el día de ayer a las 12 de la noche comimos las doce uvas y bebimos mucho vino. Tampoco será Feliz Año Nuevo porque ayer arrancamos la última hoja del calendario del año 2022 y porque estrenamos un nuevo calendario. No será Nuevo Año porque empecemos a acostumbrarnos a cambiar el «22» del final por un «23». No está en esto la novedad, y sabemos por la experiencia del paso de los años, que luego viene la misma cuesta de enero, las mismas caras y los mismos horarios; las mismas cosas, con distintas fechas; las mismas manías, los mismos pleitos contra fulanito o fulanita, las mismas ideas fijas; los mismos políticos de siempre, los mismos programas de la televisión, las mismas heridas abiertas que no dejamos sanar, el peso de los recuerdos y nostalgias que nos detienen y no nos dejan vivir el presente con sus novedades y posibilidades. Y, también, la crisis económica, la inflación, los virus, los mismos problemas de salud y las mismas guerras en diferentes partes del mundo y que parecen no tener solución, etc. La novedad del año 2023 no debe depender de lo que pasa o deja de pasar, ni de probar cosas nuevas. La novedad no está en que cambiemos de ropa, de vajilla, de casa, de coche, de lugar de vacaciones, o de lugar donde hacemos deporte, o incluso de «pareja», de trabajo, de jefe de trabajo o de partido político.

Hermanos y hermanas la novedad del año que iniciamos nos viene de Dios que nos comunica su palabra de bendición. Y su palabra es capaz de hacer todas las cosas nuevas. Como en la Creación, cuando Dios se dedicó a crear con su “hágase” y se apartaron las tinieblas, se separaron las aguas que todo lo inundaban, y fue la luz, lo seco, la vida y resultó todo que era bueno. Podríamos empezar este Nuevo Año, renovando nuestra forma de entender a Dios. Hace más de dos mil años, hubo una serie de personajes que tenían un rostro de Dios lleno de normas y de prohibiciones, tan diferente a como realmente es, que no fueron capaces de reconocerlo cuando Dios vino a habitar entre nosotros en un pesebre de Belén. Ya no podemos seguir considerando a Dios alejado de nuestra vida cotidiana, sin que apenas tenga nada que ver con nuestra vida personal, familiar, educativa, laboral, política, económica, cultural y científica. Ya no podemos seguir pensando que Dios vive solamente en el cielo, diciéndole de vez en cuando las mismas oraciones de siempre y no lo aceptemos que es un «Dios-con-nosotros», que a venido a la tierra para que lo encontremos, que no tiene inconveniente en poner su cuna en cualquier corazón que encuentre libre, para llenarlo todo de luz, de gloria y de sentido verdadero. Ya no debemos sentirnos incómodos cuando nos ponemos a orar, y nos creemos que Dios está enojado con nosotros por «lo que hemos hecho malo», y todavía nos da miedo, y le vemos llevando la cuenta de nuestros pecados. Ya no tenemos porqué regatear nuestro tiempo y nuestra dedicación a Dios, sino ofrecerle toda nuestra vida. Hermanos y hermanas necesitamos sorprendernos de la presencia de Dios con nosotros. Como se sorprendieron ante el Niño Dios los pastores en la Nochebuena, como se sorprendieron José y María, que guardaban todas esas cosas en su corazón. Que descubramos a Dios que tiembla y tiene hambre porque necesita del calor humano, porque nos necesitas. Que descubramos al Dios que habla nuestra lengua, que le encanta mirarnos y sonreírnos en medio de la oscuridad de nuestras noches, de nuestras dudas, de nuestras búsquedas, de nuestros pecados. Que este Año Nuevo miremos el verdadero rostro de Dios, que nos dejemos iluminar por él, que nos descubramos como sus hijos, capaces de perdonar y amar con la energía y el poder del Espíritu que Dios envió a nuestros corazones, y además una voz interior que nos llama a la libertad. Hagamos caso al Espíritu Santo que nos repite continuamente que somos libres y no nos dejemos atar por las cadenas del pecado, por las opiniones de los demás, por las leyes de la sociedad de consumo, por nuestras debilidades y pasiones. Por eso les invito a proponernos este Año Nuevo a buscar la paz personal, y redescubrir el Sacramento del Perdón, a dejarnos llenar por la paz de Dios y convertirnos en instrumentos de paz, a no conformarnos con ser indiferentes ante los conflictos de diferente naturaleza y firmemos la paz con nuestros familiares, vecinos, personas de otras ideologías y con nuestros compañeros de camino en nuestra Iglesia Católica y así hagamos realidad que en la tierra hayan paz entre los hombres y las mujeres que ama el Señor. Es necesario para ello que renunciemos a continuar armados de envidia, chismes, rencores, resentimientos, antipatías, prejuicios y competencias de todo tipo. Que este Año Nuevo no sigamos mal gastando nuestras energías y tiempo en batallas personales, en nuestras guerras para defender a nuestro todopoderoso y omnipotente Yo. Estas energías son capaces de ir apagando la luz del rostro de Dios, dejándonos a oscuras. Como dice la Primera carta de San Juan (2, 9-11): Quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano, está aún en las tinieblas. Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza. Pero quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe a dónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos. Si no aceptamos la luz, la Paz que Dios nos ofrece, este Nuevo Año sería viejísimo, tanto como Adán y Caín. Y las cosas serán «siempre de la misma manera». Es tarea de cada uno ver en qué se ha quedado viejo, cuánto odre viejo e inútil hay que quitar de en medio. Dónde hay que sembrar paz. Y cuáles van a ser nuestras verdaderas fuentes de «novedad» en este año que estamos iniciando. Queridos hermanos y queridas hermanas: El Papa Francisco en su mensaje de la Jornada Mundial de la Paz de hoy 1º de enero de 2023 nos invita a considerar que: “Nadie puede salvarse solo. Hay que recomenzar desde el Covid-19 para trazar juntos caminos de paz”. Transcurridos tres años de la pandemia Covid-19, ha llegado el momento de tomarnos un tiempo para cuestionarnos, aprender, crecer y dejarnos transformar personal y comunitariamente; un tiempo privilegiado para prepararnos al “día del Señor”. Tener muy en cuenta que de los momentos de crisis salimos mejores o peores. Hoy estamos llamados a preguntarnos: ¿Qué hemos aprendido de esta situación pandémica? ¿Qué nuevos caminos debemos emprender para liberarnos de las cadenas de nuestros viejos hábitos, para estar mejor preparados, para atrevernos con lo nuevo? ¿Qué señales de vida y esperanza podemos aprovechar para seguir adelante e intentar hacer de nuestro mundo un lugar mejor? De esta experiencia de la pandemia ha surgido una conciencia más fuerte a la necesidad de la conversión personal y la conversión comunitaria, así como a caminar juntos con el Señor Jesús. Es juntos, en la fraternidad y la solidaridad, que podemos construir la paz, garantizar la justicia y superar los acontecimientos más dolorosos. para hacer frente al desafío actual, dejando de lado intereses particulares. Sólo la paz que nace del amor fraterno y desinteresado puede ayudarnos a superar las crisis personales, sociales y mundiales.

Queridos hermanos y queridas hermanas: Que en el Año Nuevo invirtamos energías y esfuerzos para lograr mejorar las situaciones personales y comunitarias, inspirados por el amor infinito y misericordioso de Dios y podremos construir un mundo nuevo y ayudar a edificar el Reino de Dios, que es un Reino de amor, de justicia y de paz. Que en el Nuevo Año podamos caminar juntos, aprovechando lo que la historia nos enseña. Que 2023 sea un feliz año, en el que podamos construir, día a día, como artesanos, la paz. Que Nuestra Señora del Carmen, San José y San Andrés Apóstol intercedan por nuestra Diócesis de San Andrés Tuxtla y por el mundo entero. Que Dios nos bendiga, nos descubra su rostro de Amor, ilumine nuestros pasos y nos dé la paz con los hermanos y con nosotros mismos. Que así sea.

FELIZ Y PRÓSPERO AÑO NUEVO 2023


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