A. EN MI PUEBLO DICEN…
-¿Cómo te llamas? Le pregunté. Todavía tenía los ojos llenos de lágrimas.
-Alma[1], -me dijo, con una profunda tristeza.
-No pude disimular mi pesar, lo que me acaba de decir, había causado una explosión en mi interior, un gran pesar. Apenas tenía 16 años, y era una mujer.
Mi interior era una vorágine de sentimientos encontrados: rabia, impotencia, compasión, etc. Abusada sexualmente en más de 5 ocasiones, el problema era que había sido abandona por su propia madre, sus abuelos eran la bases de todos sus sentimientos, emociones y sentimientos.
-Padre, pero no siento ni odio ni rencor con él. Ni con mi madre.
-¿cómo puedes decir eso?-
-No padre, sólo ayúdeme, porque no le encuentro sentido a la vida. Muchas veces he querido quitarme esta vida. Siento que no valgo nada. Estoy muerta en vida.
Me dieron ganas de decirle…
-¡Talitá, kum!- ¿Sabes qué significa eso?
Aquí en donde recuerdo el evangelio que hoy acabamos de escuchar en este domingo…
Repasemos juntos
B. EN LA BIBLIA DICE…
EVANGELIO
¡Óyeme, niña, levántate!
Del santo Evangelio según san Marcos: 5, 21-43
En aquel tiempo, cuando Jesús regresó en la barca al otro lado del lago, se quedó en la orilla y ahí se le reunió mucha gente. Entonces se acercó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo. Al ver a Jesús, se echó a sus pies y le suplicaba con insistencia: "Mi hija está agonizando. Ven a imponerle las manos para que se cure y viva". Jesús se fue con él, y mucha gente lo seguía y lo apretujaba. Entre la gente había una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho a manos de los médicos y había gastado en eso toda su fortuna, pero en vez de mejorar, había empeorado. Oyó hablar de Jesús, vino y se le acercó por detrás entre la gente y le tocó el manto, pensando que, con sólo tocarle el vestido, se curaría. Inmediatamente se le secó la fuente de su hemorragia y sintió en su cuerpo que estaba curada.
Jesús notó al instante que una fuerza curativa había salido de él, se volvió hacia la gente y les preguntó: "¿Quién ha tocado mi manto?". Sus discípulos le contestaron: "Estás viendo cómo te empuja la gente y todavía preguntas: '¿Quién me ha tocado?'". Pero él seguía mirando alrededor, para descubrir quién había sido. Entonces se acercó la mujer, asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado; se postró a sus pies y le confesó la verdad. Jesús la tranquilizó, diciendo: "Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y queda sana de tu enfermedad". Todavía estaba hablando Jesús, cuando unos criados llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle a éste: "Ya se murió tu hija. ¿Para qué sigues molestando al Maestro?". Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: "No temas, basta que tengas fe". No permitió que lo acompañaran más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.
Al llegar a la casa del jefe de la sinagoga, vio Jesús el alboroto de la gente y oyó los llantos y los alaridos que daban. Entró y les dijo: "¿Qué significa tanto llanto y alboroto? La niña no está muerta, está dormida". Y se reían de él. Entonces Jesús echó fuera a la gente, y con los padres de la niña y sus acompañantes, entró a donde estaba la niña. La tomó de la mano y le dijo: "¡Talitá, kum!", que significa: "[Oyeme, niña, levántate!". La niña, que tenía doce años, se levantó inmediatamente y se puso a caminar. Todos se quedaron asombrados. Jesús les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie y les mandó que le dieran de comer a la niña. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
C. YO NO DIGO, YO HAGO…
¡Cómo hace falta tantos Jairos!, padres que se hagan responsables de sus hijos, que pidan a Jesús, la salud física y espiritual de sus hijos. Que tengan coraje, que no piensen tanto en ellos, que piensen más en sus hijos, y no en sus propios problemas.
-¡Jóvenes!, -¡Muchachas! ¡Por favor! ¡Perdónennos! Por pensar más en nuestros propios problemas, por creer que sólo nosotros sufrimos. Por dejarte expuesta a las pasiones de hombres dominados por el demonio de la carne, hombres sin escrúpulos.
-¡Perdónennos! Por favor. Por no mostrarte el amor de Dios, por dejarte sola. Por no ser punta de apoyo para ti. Perdón por esos padres egoístas que te ha tocado tener. Hoy quiero decirte que Dios no te ha dejado sóla. Permíteme ser tu voz y reclamar, y gritar por ti…
Si tu reclamo ha sido la misma que la de esta artista conocida, María José, con su canción: “Las que se ponen bien la falda”[2] quiero decirte que ese reclamo la hago mía. Pues tendrás razón en gritar de esa manera. Cómo quisiera decirte que Jesús será tu fuerza, que solo él es que te pueda dar vida. Te recuerdo lo que dice Jn 10, 10.
C. YO CELEBRO
Gracias
Gracias, Dios Padre Bueno, por el amor que nos tienes; porque nos has creado a tu imagen y semejanza en la condición de varón y mujer; para que, reconociéndonos diferentes, busquemos complementarnos: el varón como apoyo de la mujer y la mujer como apoyo del varón.
Gracias, Padre bueno, por la mujer y su misión en la comunidad humana.
Te pedimos
Te pedimos por la mujer que es hija: que sea acogida y amada por sus padres, tratada con ternura y delicadeza.
Te pedimos por la mujer que es hermana: que sea respetada y defendida por sus hermanos.
Te pedimos por la mujer que es esposa: que sea reconocida, valorada y ayudada por su esposo, compañero fiel en la vida conyugal; que ella se respete y se dé a respetar, para vivir ambos la comunión de corazones y anhelos que se prolongan en la fecundidad de una nueva vida humana, participando así en la máxima obra de la creación: el ser humano.
Te pedimos por la mujer que es madre: que reconozca en la maternidad el florecimiento de su feminidad. Creada para la relación, sea sensible, tierna y abnegada en la educación de cada hijo; con la dulzura y la fortaleza, la serenidad y la valentía, la fe y la esperanza que van forjando la persona, el ciudadano, el hijo de Dios.
Te pedimos por las mujeres buenas y generosas que han entregado su vida para realizar la nuestra.
Te pedimos por las mujeres que se sienten solas, por las que no encuentran sentido a su vida; por las marginadas y usadas como objeto de placer y de consumo; por las que han sido maltratadas y asesinadas.
Que colaboremos juntos
Te pedimos, Padre Bueno, por todos nosotros, varones o mujeres; que nos sepamos comprender, valorar y ayudar mutuamente, para que en la relación, amable y positiva, colaboremos juntos al servicio de la familia y de la vida.
Te lo pedimos por intercesión de la siempre Virgen María de Guadalupe, Mujer, Esposa y Madre Buena, llena de fe humilde y valiente, que nos acompaña, sostiene y conduce a tu Hijo Cristo Jesús, el cual vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
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