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HOMILÍA DEL DOMINGO XVII TO EN CIUDAD DEL CARMEN

teomormez

Actualizado: 24 jul 2022

24 DE JULIO DE 2022

"Alégrate María del Monte Carmelo porque este pueblo te honra desde lo más profundo de su corazón

Saludos al Presbiterio de la Diócesis de Campeche,

Saludos a la comunidad parroquial de Cd. Del Carmen



DOMINGO XVII DEL TO

Hoy Domingo XVII del TO la Palabra de Dios tiene como principal tema la oración, que consiste básicamente en encontrarnos con Dios, en un diálogo de amor. Así lo han expresado muchos santos y místicos, como santa Teresa de Jesús. Al orar podemos alabar, dar gracias, interceder, solicitar algo o pedir perdón. Los textos bíblicos no intentan definir la oración, sino que invitan a la experiencia de orar. Mientras el libro del Génesis refiere la intercesión de Abraham por las ciudades de Sodoma y Gomorra, san Lucas muestra a Jesús enseñando a orar a sus discípulos.

 

El pasaje del Génesis es un elocuente diálogo de mucha confianza recíproca entre Dios y Abraham, con un tono muy familiar. Incluso, en algún momento, el Patriarca parece hasta un tanto intransigente. Sin embargo, el episodio muestra el estilo oriental del trato (el “regateo”). También aparece el poder de la intercesión, aunque al final el deseo de Abraham no se pueda cumplir. El regateo llega al límite de pedir diez justos. La tradición cristiana ha interpretado que solo Jesucristo será el único “Justo” capaz de obtener la misericordia y el perdón para toda la humanidad.

 

En el Evangelio aparece el ejemplo de Jesús que suscita en los discípulos el deseo de orar como él: “Un día Jesús estaba orando y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos”. San Lucas refiere que Jesús ora con frecuencia, sobre todo en momentos trascendentes; incluso pasa en oración toda la noche (cf. 6,12). La oración asidua y prolongada de Jesús nace de su unión tan cercana y amorosa con su Padre.

 

El ejemplo que Jesús nos ofrece en su oración es también fundamental para todos sus discípulos, incluidos nosotros. No podríamos seguir el camino de la fe y de la vida cristiana si no es por medio de la relación estrecha y profunda con Dios. Jesús nos invita a orar con perseverancia, para experimentar la condición filial y amorosa que lo mantuvo siempre fiel a su Padre y a la misión qué Él le encomendó.

 

Jesús nos enseña a orar, pero sobre todo con la actitud más genuina. El Padrenuestro más que una simple fórmula estereotipada que hay que repetir mecánicamente, es el modelo que tipifica la actitud orante de los hijos que hablan con su padre. Esto queda claro ya en el hecho mismo de que en los evangelios encontramos dos versiones algo diversas: la de san Lucas, que hoy escuchamos, la cual es más corta que la de san Mateo, que usamos con más frecuencia, incluso en la liturgia. Pero en los dos casos, lo más importante y destacado es la relación con Dios como Padre.

 

II JORNADA MUNDIAL DE LOS ABUELOS Y DE LOS MAYORES

El Papa Francisco en su Mensaje de II Jornada Mundial de los abuelos y de los Mayores que se celebra hoy Domingo 24 de julio dice, entre otras cosas:

“La ancianidad a muchos les da miedo. La consideran una especie de enfermedad con la que es mejor no entrar en contacto. Los ancianos no nos conciernen —piensan— y es mejor que estén lo más lejos posible, quizá juntos entre ellos, en instalaciones donde los cuiden y que nos eviten tener que hacernos cargo de sus preocupaciones. Es la “cultura del descarte”, esa mentalidad que, mientras nos hace sentir diferentes de los más débiles y ajenos a sus fragilidades, autoriza a imaginar caminos separados entre “nosotros” y “ellos”. Pero, en realidad, una larga vida —así enseña la Escritura— es una bendición, y los ancianos no son parias de los que hay que tomar distancia, sino signos vivientes de la bondad de Dios que concede vida en abundancia. ¡Bendita la casa que cuida a un anciano! ¡Bendita la familia que honra a sus abuelos!

La ancianidad, en efecto, no es una estación fácil de comprender, tampoco para nosotros que ya la estamos viviendo. A pesar de que llega después de un largo camino, ninguno nos ha preparado para afrontarla, y casi parece que nos tomara por sorpresa. Las sociedades más desarrolladas invierten mucho en esta edad de la vida, pero no ayudan a interpretarla; ofrecen planes de asistencia, pero no proyectos de existencia [Catequesis sobre la vejez, 1: “La gracia del tiempo y la alianza de las edades de la vida” (23 febrero 2022)]. Por eso es difícil mirar al futuro y vislumbrar un horizonte hacia el cual dirigirse. Por una parte, estamos tentados de exorcizar la vejez escondiendo las arrugas y fingiendo que somos siempre jóvenes; por otra, parece que no nos quedaría más que vivir sin ilusión, resignados a no tener ya “frutos para dar”.

El final de la actividad laboral y los hijos ya autónomos hacen disminuir los motivos por los que hemos gastado muchas de nuestras energías. La conciencia de que las fuerzas declinan o la aparición de una enfermedad pueden poner en crisis nuestras certezas. El mundo —con sus tiempos acelerados, ante los cuales nos cuesta mantener el paso— parece que no nos deja alternativa y nos lleva a interiorizar la idea del descarte. Esto es lo que lleva al orante del Salmo 71 a exclamar: «No me rechaces en mi ancianidad; no me abandones cuando me falten las fuerzas» (71,9).

Queridas abuelas y queridos abuelos, queridas ancianas y queridos ancianos, en este mundo nuestro estamos llamados a ser artífices de la revolución de la ternura. Hagámoslo, aprendiendo a utilizar cada vez más y mejor el instrumento más valioso que tenemos, y que es el más apropiado para nuestra edad: el de la oración. «Convirtámonos también nosotros un poco en poetas de la oración: cultivemos el gusto de buscar palabras nuestras, volvamos a apropiarnos de las que nos enseña la Palabra de Dios» [Catequesis sobre la familia, 7: “Los abuelos” (11 marzo 2015)]. Nuestra invocación confiada puede hacer mucho, puede acompañar el grito de dolor del que sufre y puede contribuir a cambiar los corazones. Podemos ser «el “coro” permanente de un gran santuario espiritual, donde la oración de súplica y el canto de alabanza sostienen a la comunidad que trabaja y lucha en el campo de la vida» [Ibíd.].



La Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores es una ocasión para decir una vez más, con alegría, que la Iglesia quiere festejar con aquellos a los que el Señor —como dice la Biblia— les ha concedido “una edad avanzada”. ¡Celebrémosla juntos! Los invito a anunciar esta Jornada en sus parroquias y comunidades, a ir a visitar a los ancianos que están más solos, en sus casas o en las residencias donde viven. Tratemos que nadie viva este día en soledad. Tener alguien a quien esperar puede cambiar el sentido de los días de quien ya no aguarda nada bueno del futuro; y de un primer encuentro puede nacer una nueva amistad. La visita a los ancianos que están solos es una obra de misericordia de nuestro tiempo.

PATRONAZGO DIOCESANO DE LA VIRGEN DEL CARMEN

Hace unos días, el 15 de julio, Mons. José Francisco González González, Obispo de esta Diócesis de Campeche, con alegría declaró a la Virgen del Carmen, Patrona Diocesana, así como también nombró Patrono al Cristo Negro Señor de San Román.

Mons. José Francisco recuerda que: “La Virgen María es la Madre de Jesucristo. Ella se distingue por su comprensión y ayuda hacia nosotros, pues es nuestra Madre y nuestra gran intercesora. Pero la característica más importante de María es su vocación de llevarnos a Dios”.

Haciendo un poco de historia, vemos que el 16 de julio de 1717, al mando de Alonso Felipe de Andrade, las fuerzas españolas lograron desterrar a los piratas de la Isla de Tris. A la Virgen del Carmen y a su protección atribuyeron tan gozosa e inesperada victoria. Por razones de extendida gratitud, los habitantes decidieron cambiar el nombre de Isla de Tris, por el de "Isla del Carmen". Antiguamente, los marineros se ayudaban de las estrellas para ubicarse en su ruta por el océano. Los marineros creyentes fueron acrecentando la fe de que la mejor Estrella para librar las terribles tempestades, los naufragios y la perdición, era la Virgen María.

La advocación de María Santísima como Nuestra Señora del Monte Carmelo surgió en el siglo XIII, a partir del hecho que los monjes que habitaban el Monte Carmelo (Haifa, Israel), fueron forzados a abandonar el lugar de su fundación. Ante tal desaliento, la Virgen María se les apareció, prometiéndoles que iba a ser su "Estrella del Mar" (Stella maris). Ella no los iba a abandonar. Los consoló. En esa aparición, san Simón Stock, superior de la Orden, recibió el escapulario como signo de confraternidad y de que iban a ser librados, los devotos, del fuego eterno. La devoción a la Virgen del Carmen ha ido creciendo y fortaleciéndose. Cada año, en este su Santuario de Nuestra Señora del Carmen, fieles devotos de la Isla, del Estado de Campeche y de otros lugares de la República vienen a mostrar su amor filial y devocional a la Virgen María. Multitudes se distribuyen por las calles en su "paseo por tierra" y cientos de lanchas y barcos le custodian en su florido "Paseo por Mar". A diario, las rodillas de muchos trabajadores, mamás, jóvenes, niños y paseantes se doblegan para elevar una oración ante su Imagen. Con ocasión de la conmemoración del Tricentenario del arribo a la Isla del Carmen de la artística talla en madera, procedente de Cádiz (España), los sacerdotes y los fieles, han visto con buenos ojos, el reconocer la importancia de la Virgen María en la fe cristiana, y de una manera particular, en esta amada advocación de Nuestra Señora del Carmen.

Queridos hermanos y queridas hermanas: La Declaración del Patronazgo de Nuestra Señora del Carmen, ratifica la cercanía de María en el sufrimiento y el dolor; en la dificultad y la enfermedad, que vive cada uno de sus hijos. Pedimos a la Santísima Virgen la intercesión por esta Diócesis de Campeche, por el Obispo Mons. José Francisco, por todo el Presbiterio, por los miles de peregrinos que la llegan a visitar, por ser la Estrella de mar, por ser la Madre de la misericordia y consoladora de en el sufrimiento, las injusticias y el dolor.

Al venir aquí como peregrinos ante la Madre de la Misericordia nos atrevemos a decir "Alégrate, llena de gracia", porque en ti se ha cumplido lo que se nos ha prometido. "Alégrate, llena de gracia" porque en ti encontramos sentido a nuestra vida. ¡Alégrate, llena de gracia!" porque en ti está puesta todo nuestro entusiasmo de llevar a Jesús a las familias, a las comunidades, a los pueblos. Especialmente a los más alejados y a los que parecen menos necesarios para este mundo, a los enfermos y ancianos.

Hoy Domingo 24 de julio de 2022, además de las múltiples oraciones de alabanza y acción de gracias al Padre, por su bondad y providencia, queremos pedirle, por intercesión de la Virgen del Carmen, especialmente por la paz en nuestra Patria mexicana y en el mundo entero. Oramos insistentemente para que cese la guerra en Ucrania y en muchos otros países que la enfrentan, con deplorables consecuencias fratricidas; asimismo le pedimos que termine la violencia, la barbarie y el sufrimiento que generan los grupos criminales en nuestro país. Los invito a hacer nuestro el clamor y el sufrimiento de tantas personas que están padeciendo y han padecido por la barbarie de la violencia, y a unirnos en una misma oración para pedir por todos los que han muerto o han desaparecido a causa de la violencia que se vive en nuestro País. Pero que también que cada uno de nosotros nos comprometamos en la tarea de buscar caminos de paz, reconciliación y fraternidad.

Pidamos a la Virgen María, Madre de la Ternura, que nos haga a todos artífices de la revolución de la ternura, para liberar juntos al mundo de la sombra de la soledad y del demonio de la guerra.

"Alégrate María del Monte Carmelo porque este pueblo te honra desde lo más profundo de su corazón” no nos desampares.

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