HOMILÍA
+ MONS. JOSÉ LUIS CANTO SOSA
Primera Lectura. Del libro de los Jueces 6, 11-24: Gedeón, tú librarás a Israel: Yo soy el que te envía.
Salmo Responsorial. Del Salmo 84, 9. 11-12. 13-14: R. Escucharé las palabras del Señor.
Aclamación antes del Evangelio: 2 Cor 8, 9 R. Aleluya, aleluya. Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre, para enriquecernos con su pobreza. R. Aleluya.
EVANGELIO. Del Santo Evangelio según san Mateo 19, 23-30: Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los cielos.
Hermanos:
En el libro de los Jueces el relato de la vocación de Gedeón, que será juez de Israel, reproduce el mismo esquema de otras muchas llamadas del Señor para la Misión y es, sin duda, paradigma de la vocación de cada uno de nosotros. Gedeón duda, pregunta con escepticismo, pide pruebas, se reconoce indigno, pequeño, incluso echa en cara al Señor que no haya intervenido ya frente a los enemigos de su pueblo. Pero el Ángel de Dios le replica: "Usa la fuerza que tienes, para ir a salvar a Israel del poder de los madianitas. Yo soy el que te envía", “yo estaré contigo y tú derrotarás a todos los madianitas como si fueran un solo hombre”. Luego Gedeón vivirá la experiencia teofánica posteriormente al sacrificio que ofrece a Dios y su aceptación.
La historia de la vocación de Gedeón, como la de Moisés, como la de los profetas es, salvando las distancias, también la de cada uno de nosotros. Dios, que nos conoce bien, que sabe de nuestros “talentos” nos llama por nuestro nombre en el camino de la vida para una misión. Y será paciente con nuestras inseguridades y dudas, nos acompañará con su gracia, pero también será vehemente en pedirnos una entrega generosa en la que va implícita nuestra propia Salvación y la de todos nuestros hermanos.
En relación con el texto del libro de los Jueces, el evangelio de San Mateo, tras el episodio del joven rico, nos plantea cuáles son las principales dificultades para el seguimiento de Jesús y poder alcanzar la Salvación. El problema de las riquezas va mucho más allá del dinero, de las ambiciones personales, de nuestras comodidades, de las legítimas preocupaciones familiares. Lo que está en juego es la elección entre el “ser” y el “tener”: ¿yo soy cristiano o tengo una religión?, ¿creo en el Evangelio o busco sus “seguridades”?, ¿elegí ser sacerdote por el ser o por el tener? El Señor nos pide un sincero compromiso que implica no parte de nuestra vida, sino toda la vida, el seguir a Jesús como sacerdote exige un compromiso de entrega generosa de amor. Parafraseando al sacerdote italiano Alessandro Pronzato en la respuesta de Jesús al Joven Rico y hoy dirigida a cada uno de nosotros: “vete a vender lo que eres e intenta llegar a ser. Si estás dispuesto, ven y sígueme”
La vocación a las riquezas es incompatible con la del Reino al que Jesús nos llama. Pero en la llamada está también la promesa, la garantía de la gracia. Él nos quiere, nos llama por ese nombre escrito en su corazón desde el principio de nuestra existencia y es fiel a la llamada. La llamada respeta nuestra libre respuesta, como no puede ser de otra manera.
Dice el Papa Francisco: “El servicio es también obra nuestra, el esfuerzo que hace fructificar nuestros talentos y da sentido a la vida: de hecho, no sirve para vivir el que no vive para servir. ¿Pero cuál es el estilo de servicio? En el Evangelio, los siervos buenos son los que arriesgan. No son cautelosos y precavidos, no guardan lo que han recibido, sino que lo emplean. Porque el bien, si no se invierte, se pierde; porque la grandeza de nuestra vida no depende de cuánto acaparamos, sino de cuánto fruto damos. Cuánta gente pasa su vida acumulando, pensando en estar bien en vez de hacer el bien. ¡Pero qué vacía es una vida que persigue las necesidades, sin mirar a los necesitados! Si tenemos dones, es para ser dones” (Papa Francisco. IV Jornada Mundial de los pobres).
San Bernardo de Claraval, es un ejemplo de seguimiento total, en él se hace viva la promesa de Jesús a los que lo dejan todo por seguirlo. Bernardo, fiel a la llamada del Señor, lo dejó todo e ingresó en la Orden del Císter y después se convirtió en fundador de monasterios, por lo que fue padre espiritual de muchos hijos; además, tras sus huellas algunos de sus hermanos de sangre abrazaron la vida monacal. En los monasterios de la Orden del Císter impuso el estilo que pronto se extendería a toda la Orden del Císter: disciplina, austeridad, oración y simplicidad. La historia de su familia de San Bernardo de Claraval está plasmada en una conocida obra “La familia que alcanzó a Cristo”. Recibió el ciento por uno y la Vida Eterna.
En una homilía atribuida a San Bernardo de Claraval se expresa: “pero para que no haya una permuta inútil al dejar todo por aquél, que está sobre todas las cosas, al mismo tiempo lo dejamos todo y cuando le abrazamos él mismo será todo para aquellos que todo lo dejaron por él. Deja absolutamente todas las cosas, no sólo lo que posees sino también tus deseos y éstos principalmente. Más dañan los deseos mundanos que el mismo mundo. Animo, ya que te dispones a dejar todas las cosas, acuérdate de contar entre lo que has de dejar a ti; es más, principalmente niégate a ti mismo. Descárgate de ese gran peso, descarga la piedra de molino, ese enorme peso”
Bernardo de Claraval fomentó la Orden del Temple y fue consejero de los Papas Inocencio II y Eugenio III. Uno de los escritos de Bernardo de Claraval inspiró al Papa Inocencio II para poner en el ábside de la Basílica de Santa María in Trastevere un mosaico en el que sobresale en el centro Jesucristo y a su derecha está María coronada como Reina, Durante el pontificado de Eugenio III Bernardo de Claraval prediçó a franceses y alemanes para exhortarlos a la Segunda Cruzada (1146). Su teología insistía sobre la Virgen María y sobre la humanidad de Jesucristo con una ternura que le valió el sobrenombre de Doctor melifluus por la dulzura y ternura de la Palabra de Dios en su predicación.
Hermanos sacerdotes: Hoy que es la Memoria de María Reina, miremos a María Reina. La corona de la Virgen tiene doce estrellas, recuerdo de las doce tribus de Israel, son también símbolo de la Iglesia, edificada sobre los Doce Apóstoles. María nunca pensó en ser Reina pero Dios la colocó por encima de todos los coros celestiales. María es Reina de loa Ángeles, Reina de los apóstoles, Reina de los sacerdotes, Reina de la familia. Y en la Salve recordamos a María como Reina y Madre. Imitemos a María Madre y reina en su humildad y sencillez. Que así sea.
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